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Sostenibilidad Cuidado ambiental: responsabilidad eslabonada
Cuidado ambiental: responsabilidad eslabonada

Las políticas de sostenibilidad en la manufactura exigen acciones medibles y compromisos verificables para transformar procesos y cadenas de valor.

El cumplimiento de políticas de sostenibilidad en la industria manufacturera se ha convertido en un elemento crítico para garantizar la viabilidad económica y operativa de las empresas a largo plazo.

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De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), la industria es responsable de cerca de la mitad del incremento de las emisiones globales en lo que va del siglo XXI, lo que coloca al sector en el centro de las estrategias de descarbonización.

La eficiencia energética, considerada por la IEA como “el primer combustible”, puede aportar más de un tercio de las reducciones necesarias de CO₂ hasta 2030 en una ruta compatible con el objetivo de 1.5 °C.

Marcos internacionales como el Science Based Targets initiative (SBTi) registran ya más de 8,700 empresas con objetivos validados de reducción de emisiones y cerca de 2,000 con compromisos Net Zero.

A su vez, la Directiva de Diligencia Debida de la UE (CSDDD), en vigor desde julio de 2024, obliga a grandes compañías a identificar y mitigar impactos ambientales y de derechos humanos a lo largo de toda su cadena de valor.

Este cambio normativo, sumado a la Directiva de Reporte de Sostenibilidad Corporativa (CSRD) y la adopción creciente de los estándares del International Sustainability Standards Board (ISSB), implica que las declaraciones de sostenibilidad deben basarse en indicadores verificables y auditables.

Medición y control

Las políticas de sostenibilidad requieren métricas específicas. En emisiones, las más comunes incluyen toneladas de CO₂, porcentaje de energía renovable utilizada y factor de emisión de la electricidad consumida. En circularidad, se miden el porcentaje de contenido reciclado, las tasas de retorno de materiales y el diseño para desmontaje.

En el ámbito laboral, los índices TRIFR y LTIFR permiten evaluar la frecuencia de incidentes, mientras que en recursos naturales se monitorean extracciones de agua, intensidad hídrica y calidad de efluentes, especialmente en zonas de alto estrés identificadas por herramientas como WRI Aqueduct.

Casos como el de Sandvik Coromant ilustran la aplicación práctica de estos principios. La compañía ha definido seis áreas clave: soluciones sostenibles, emisiones Net Zero, circularidad, personas y comunidades, negocio responsable y ecosistemas. Si bien, este es un enfoque amplio y completo del concepto de sustentabilidad en la empresa, cada uno de profundiza de manera vertical con indicadores puntuales.

En el caso del cuidado ambiental, entre sus metas se incluyen lograr cero emisiones operativas para 2040, implementar un programa de recompra de herramientas usadas al 100 % para 2028 y asegurar que  95 % de los proveedores adopte su código de conducta para 2028. Además, busca que todos los nuevos productos incorporen objetivos de sostenibilidad antes de 2028 y que el 90 % de su fuerza de ventas esté capacitada en análisis de sostenibilidad.

Tendencia global

El potencial económico de la manufactura sostenible es significativo. El Foro Económico Mundial ha documentado que la economía circular puede generar ahorros sustanciales y mejorar la productividad de recursos.

La Fundación Ellen MacArthur estima que aplicar estrategias circulares en materiales clave como acero, aluminio y plásticos puede reducir de forma notable las emisiones industriales hacia 2050. Por otro lado, la Organización Internacional del Trabajo reporta 2.9 millones de muertes anuales relacionadas con el trabajo, lo que refuerza la importancia de integrar la salud y seguridad laboral como parte del enfoque de sostenibilidad.

En paralelo, el acceso a financiamiento y mercados empieza a condicionarse a la adopción de estándares de sostenibilidad. Inversionistas institucionales utilizan marcos como los Principios para la Inversión Responsable (PRI) y el ISSB para evaluar riesgos no financieros, lo que añade presión sobre los actores industriales para reportar con transparencia.

Responsabilidad compartida

El desafío no se limita a cumplir con regulaciones. Implica transformar modelos productivos, gestionar cadenas de suministro bajo criterios ambientales y sociales, y adoptar innovaciones que reduzcan huella y desperdicio.

Las políticas de sostenibilidad funcionan como un marco mínimo; el verdadero valor para las empresas surge cuando estas políticas se integran en la estrategia corporativa y en la toma de decisiones diarias.

En el caso expuesto anteriormente de Sandvik Coromant, el avance hacia metas como el 100 % de recompra de herramientas usadas, la reducción total de emisiones operativas para 2040 y la capacitación masiva de su fuerza de ventas en análisis de sostenibilidad representa más que un cumplimiento regulatorio.

Estas iniciativas actúan como catalizadores que modifican prácticas industriales establecidas, impulsando un cambio estructural en la gestión de materiales, energía y relaciones con proveedores.

Su implementación evidencia que integrar la sostenibilidad en procesos centrales puede generar mejoras medibles en eficiencia y trazabilidad, además de reducir riesgos asociados a recursos, emisiones y cumplimiento normativo, esclareciendo que el impacto de tales políticas se extiende más allá de la propia organización y permea a toda la cadena de valor.

En este escenario, la responsabilidad de los actores industriales es doble: cumplir las normas vigentes y anticiparse a las que vendrán, garantizando que sus procesos y productos no solo respondan a la demanda actual, sino que también sean viables en un entorno regulatorio y de mercado cada vez más exigente.

El avance hacia una manufactura sostenible no es un ejercicio de reputación, sino una condición para la permanencia y competitividad de la industria en un contexto de cambio climático, presión sobre los recursos y expectativas sociales crecientes.

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